Mi
soledad infinita
Hoy, envuelto en mi soledad infinita, he
recordado aquellos momentos de la juventud, en los cuales, no le dábamos tanta
importancia a esta vida tan cruel. Esta vida, a la cual nos atamos firmemente,
sin buscar una salida inesperada, que nos haga más felices.
Recuerdo, aquellos instantes, donde la pasión por alguna persona de nuestro
grupo de amigos, se convertía en un misterio inolvidable, donde al verla
llegar, nuestro corazón palpitaba incansablemente.
Recuerdo, aquéllos pasillos de la escuela, donde
nuestro mayor deseo, era cruzarnos con quien llenaba nuestro alma y que
nuestras miradas se unieran en un silencio absoluto. Cuando al mirarte, te
saludara con una bella sonrisa y el día cambiara repentinamente a mejor.
Recuerdo, aquellas tardes cuando terminábamos de merendar,
al salir a la calle en busca de nuestros queridos amigos, en lo único que
pensábamos, era que nuestros sentimientos volvieran a relucir al encontrarnos
de nuevo en la plaza mayor.
Recuerdo, la primera vez que jugando a un juego, me
tocó darle un beso.
Todo el universo, se me vino encima y mis nervios
estaban a flor de piel. Me sonrojaba y con una leve sonrisa esperaba aquel
beso, que se convertiría en un recuerdo de mi pensamiento para siempre jamás.
Todo esto, era la pasión de una niñez inesperada, en la que
el amor se vivía de una forma muy distinta a la que hoy en día conocemos.
Donde cada segundo de vida, era un riesgo extremo para el resto de nuestros
días.
Donde las miradas entre dos personas, llevaban en su mayoría, un gran gozo de inocencia,
qué hoy por desgracia, se ha perdido.
Todo ello, siempre con una imaginación poderosa, qué fue desapareciendo poco a
poco con el tiempo, al acomodarnos a una vida sencilla y monótona.
Bendita juventud, que te llenaba de ilusiones y te apartaba de esta cruel realidad,
que me destroza el alma día a día y me encierra en esta habitación oscura,
donde mis mayores deseos se esfuman por la ventana, para no volver jamás.
! Nunca dejéis de soñar!
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